Víctor Raúl Haya de la Torre

Víctor Raúl Haya de la Torre
Víctor Raúl Haya de la Torre

jueves, 30 de junio de 2011

LA NUEVA GENERACION.....LA NUEVA ORGANIZACIÓN EN EL APRA

NUEVA GENERACION
Colectivo Ciudadano
LA NUEVA ORGANIZACIÓN
Propuestas para salir de una crisis
Por: Arturo Ojeda S.

INDICE
Primera Parte
0. Presentación.
1. La crisis de los partidos políticos.
2. La crisis del Partido Aprista.
3. Los retos socio políticos del Aprismo.
3.1. La nueva realidad social.
3.2 Las exigencias del frente único de hoy.

PRESENTACIÓN.
El Cataclismo social que vivió el Perú en los últimos 10 años dejó al país prácticamente en escombros. Hemos tenido altos niveles de desempleo y subempleo, el 15% de la población en situación de extrema pobreza, más de la mitad de los peruanos son considerados pobres, miles de empresas están técnicamente quebradas, otro tanto sobreviviendo y descapitalizándose día a día, hay pérdida de valores, anomia, tuvimos el gobierno más corrupto y tiránico de la historia nacional, etcétera.
Sin embargo, nuestro país supo levantarse y ponerse de pie. La tiranía fue derrotada por el coraje de miles y miles de mujeres y hombres que unieron sus energías hasta hacer insostenible el gobierno dictatorial. Estos héroes anónimos procedían de organizaciones de base, de sindicatos, de gremios de microem-presarios, de agrupaciones estudiantiles, de partidos políticos. De la potencialmente amplia Sociedad Civil peruana.
Han luchado por abrir "nuevas alamedas a la Historia", por darle una nueva oportunidad a la Democracia y a los demócratas del Perú. Cuando el 3 de junio, finalmente, asistieron masivamente a respaldar a uno de los dos candidatos que quedaron para la segunda vuelta electoral, no hacían sino afirmar su voluntad de iniciar el cambio de los destinos del país.
Al Partido Aprista le corresponde por tanto apreciar en toda su significación la voluntad de millones de compatriotas, y en especial la de los cinco millones que depositaron su confianza en el Presidente García y en nuestro partido, los cuales esperan y confían la construcción de un tiempo nuevo para todos los peruanos.
Es así como la responsabilidad para nuestro partido es mucho mayor que en épocas anteriores, debido a la profundidad de la crisis existente y a las evidentes dificultades para salir de ella. El partido de Haya de la Torre tiene como reto el contribuir a la reconstrucción del sentimiento patriótico y ciudadano, fundamentales para iniciar los profundos cambios sociales requeridos por el pueblo y por la Patria.
Asumir y cumplir con el reto planteado, exige de nosotros los apristas agudizar los sentidos, multiplicar la capacidad de reflexión y potenciar la voluntad para la acción. Para ello se requiere modernizar el Partido, renovarlo, porque en las circunstancias actuales no puede entendieres modernización sin renovación, de programas, de estructuras y de liderazgos.
Contribuir a esa empresa renovadora es el principal objetivo del presente Ensayo. Por ello intenta revisar integralmente los orígenes de la crisis del Partido en los últimos 10 años, su evolución a la actualidad, así como plantea lo que desde nuestro modesto punto de vista debe hacerse para superarla.
Debemos manifestar que en todo momento hemos tratado de pensar como Haya de la Torre nos enseñó a hacerlo, poniéndonos siempre por delante la pregunta ¿qué hubiera hecho él en esta situación? Pregunta obligada a formular, dado que el actual espacio tiempo histórico no es ‘repetición’ de ninguno otro. Por tanto ante nuevas situaciones, se imponen nuevas soluciones. Esto lo aprendimos del Jefe y es lo que hemos tratado de hacer.
Finalmente, este documento de debate para el XXII° Congreso Nacional del Partido, va dedicado a los miles de apristas que se movilizaron consecuentemente y henchidos de dignidad contra la tiranía fuji-montesinista, ocupando siempre el primer lugar en la batalla, sin ningún interés personal, tan sólo el de recuperar la Democracia y la Libertad para todos los peruanos.
Lima, 2 de agosto del 2001
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1. LA CRISIS DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS.
Resulta un lugar común en el Mundo hablar de la crisis de los partidos políticos. Sin embargo es necesario volver sobre el tema porque hay diferentes enfoques al respecto. Algunos de ellos tratan de licenciarlos definitivamente de la intermediación política y otros optimistamente consideran como único causante del problema al modelo neoliberal. Lo cierto es que el problema existe y tiene un alcance global.
En lo que respecta al Perú no es la primera ni será la única crisis que se ha vivido. Ya a finales del leguiísmo y como producto del desarrollo de una nueva dinámica social, los partidos civilista, demócrata y demás, desaparecieron frente a la irrupción de nuevas corrientes sociales que finalmente se expresaron en el aprismo, el socialismo (luego partido comunista) y la unión revolucionaria. Los historiadores suelen decir con acierto que ésta fue la etapa de la "entrada de las masas en la política". A partir de aquí el país se dividiría en tres grandes bloques, teniendo como eje principal la discusión sobre la participación en la producción, la distribución y la circulación de la riqueza. En torno a ello se establecieron líneas ideológico-políticas de separación: derechas e izquierdas. Sin embargo, en todas ellas estaba presente el Estado, en mayor o menor dimensión. Y por supuesto, a su costado, los partidos políticos.
Eran estos partidos los que jugaban un rol fundamental en las relaciones Estado-Sociedad, de manera tal que su participación no sólo tenía carácter legal sino que hasta legítima. Los políticos dirigentes de partidos, gozaban de gran prestigio y poder, sea a nivel metrópoli o provincial. El poder del Estado como ente organizador de la Nación era clave en esta situación. Por ello, el político -pieza fundamental en la negociación con el Estado- era un privilegiado ante la sociedad. Ciertamente, nos estamos refiriendo al Estado benefactor o neokeynesiano que se instauró en el Perú desde la época de la Alianza para el Progreso, que durase -con brevísimos silencios- hasta 1990.
América Latina en los años 80 comenzó a vivir los síntomas del agotamiento de un modelo de desarrollo, denominado de sustitución de importaciones, que arrastró consigo en su caída al Estado benefactor. En el Perú, este modelo, consistió en la protección de la industria nacional en desmedro de la generación de divisas por el sector exportador y fundamentalmente en perjuicio del sector agrario. La política de importación de maquinarias para las industrias se financió con capitales norteamericanos y europeos, constituyendo así lo que sería la deuda externa del país. En lo social se fortalecieron los sectores financieros, industriales, bu-rocrático-estatales y los sindicales. Al margen de esta alianza "desarrollista" estaban los sectores campesinos y agrarios no vinculados a actividades de exportación. Por ello es que durante los años 80, importantes sectores campesinos de los Andes centrales y del sur, así como de la ceja de Selva, cobijaron a los movimientos insurgentes terroristas.
Es a principios de la década de los 80 que América Latina comenzó a reconocer que el modelo por el cual estuvo transitando no conducía a ninguna parte. Financiar su crecimiento en base a préstamos ad infinitum era imposible. Sobrevino la crisis del pago de la deuda externa en México, Brasil y, por supuesto, Perú. A fines de 1984, Belaúnde dejó de pagar la deuda externa pidiendo facilidades, llegó el fin de su mandato y aunque no proclamó la moratoria, en la práctica la realizó. El programa heterodoxo que aplicó el gobierno aprista, en principio hizo uso de los recursos que había dejado de pagar el belaundismo. Y si bien se comenzó a hacer justicia con los sectores antes marginados, no alcanzó el tiempo ni la tecnología para incrementar sostenidamente los volúmenes de producción de los productos de pan llevar y evitar la inflación desbocada, que nos sobrevino cuando se agotaron los dineros ahorrados por la moratoria del pago de la deuda externa, los cuales debían servir para financiar la importación de productos de los que dependía la sociedad peruana.
La crisis vivida a fines de los 80 no fue sólo del gobierno aprista, fundamentalmente lo fue de un modelo de desarrollo imperante en América Latina desde mediados de los 50 y que se aceptó consensualmente en el Perú a principios de los 60. Sin embargo le tocó conducir los rumbos del país justo en el momento en que una forma de hacer política se derrumbaba a nivel mundial, y en especial en América Latina.
El Estado perdió todas sus facultades para conducir los rumbos económicos de la Nación. Surgió así el neoliberalismo, proclamando la libertad del mercado y la reducción severa del Estado a sus funciones más elementales. Por tanto, los políticos y los partidos que se habían constituido en los intermediarios entre la Sociedad y el Estado, dejaron de ser importantes y pasaron a ser prescindibles. Si a ello le agregamos la campaña incansable de ataque a los partidos políticos por ineficiencia y corrupción, tendremos el escenario global en que se les arrinconó hasta su casi desaparición.
Si hasta los 80 la organización y el funcionamiento del Estado (y la sociedad política en general) fue el eje de la Sociedad Peruana, a partir de los 90 se le convirtió en el causante de todos los males del país. De ahí la actitud de repulsa y notorio rechazo de la sociedad hacia todo lo que significara alusión a la política y a los partidos políticos. Es a partir de aquí que surgieron los "independientes" como adalides de una "nueva democracia" sin partidos "tradicionales", con el solo respaldo de grupos de amigos o socios orgullosos de no ser ‘políticos’.
Desde los partidos, hay quienes pretenden escudarse en los embates del neoliberalismo contra la política y el Estado benefactor, para justificar su crisis. Si ello fuera así, los partidos socialdemócratas ahora gobernantes en Europa no hubieran reconvertido sus organizaciones, abriéndolas a nuevos movimientos sociales.
Al margen del Estado, abandonados a su suerte, los sectores populares debieron improvisar sus propias estrategias de sobrevivencia. Se fortalecieron los clubes de madres, los comedores populares, los comités de vaso de leche y otras organizaciones de subsistencia, asumiendo un protagonismo social que antes no habían tenido en esa dimensión. El propio gobierno fujimorista tuvo que reconocer el rol que habían cumplido estas organizaciones de la sociedad civil, para contrarrestar los efectos del ajuste estructural de 1990.
En otros sectores sociales, como los empresariales, se privilegió la relación con sus organizaciones gremiales, consolidando un tipo de relación del Estado, ya no con partidos políticos, sino con los denominados "grupos de interés". Los cuales tienen motivaciones y preocupaciones específicos que no alcanzan la generalidad que sí -por definición- deben de tener los partidos políticos. Esa especificidad de los grupos de interés creó las condiciones para la cómoda conducción de la política nacional sobre la base del clientelismo y la corrupción, como ahora bien se sabe. Sin embargo, en ese momento, esos grupos de interés ocuparon los lugares antes destinados a los partidos políticos. Estos mismos grupos luego eran requeridos para organizarse en movimientos políticos independientes y retribuir así los favores recibidos del poder político.
A partir de aquí, el pueblo peruano reconoció que era la hora de luchar solos por su supervivencia. Ni el sindicalismo, ni los derechos sociales, ni la lucha por la justicia social, ni mucha otras banderas le resolverían el problema principal de su existencia actual: ‘llenar la olla’. Así es como se abandonaron los sindicatos, los gremios estudiantiles, los frentes de defensa, etcétera. Surgirían más adelante otras lógicas que sustituirían a estas anteriores.
Otro espacio de competencia para los Partidos Políticos, ha sido el ocupado por los Medios de Comunicación Social, los cuales a partir del fabuloso desarrollo de la tecnología de comunicación han sustituido a los Partidos Políticos en la labor de intermediación entre la Sociedad Civil y el Estado. La Televisión y la Radio han sido los principales medios que han competido con los Partidos, creando el contacto directo entre los gobernantes y la población, dando la impresión de mayor eficiencia en la representación y la capacidad de intermediación. Sin embargo, la propia dinámica de estos medios les impide tener la certeza y la constancia de los Partidos Políticos, los que tienen mayor disponibilidad para expandir y generalizar su acción, contrario a los medios de comunicación que viven condicionados y presionados por sus auspiciadores. En esa línea, los Partidos Políticos que tengan capacidad de conservar su autonomía y orientación podrán superar la etapa de instrumentalización que hagan de ellos los medios de comunicación, invirtiendo el proceso y más bien haciendo de los medios de comunicación el medio de difusión de la acción política.
La tecnocracia del Estado (neoliberal) ha sido otra amenaza contra la política y los partidos políticos. Los tecnócratas han tratado de hacer creer que los problemas sociales se resuelven con complicados y especializados cálculos econométricos, que supuestamente prevén y resuelven los conflictos sociales. Para ellos las personas y los procesos sociales, estamos sujetos a ecuaciones, siendo así ‘controlables’. El fracaso del neoliberalismo en el Mundo no ha hecho sino poner en evidencia que los procesos sociales (y los económicos también lo son) no se someten al capricho de los números y ecuaciones sofisticadas. La política no sólo es ciencia, también es un arte, y el arte es un Don con el cual se nace y difícilmente se aprende.
La estrepitosa crisis del neoliberalismo a nivel mundial ha demostrado no sólo la caducidad de su modelo económico sino también de su modelo político. El intento de gobernar las naciones sin la necesaria intermediación y negociación entre gobernados y gobernadores ha fracasado rotundamente. Ni los tecnócratas, ni los comunicadores sociales, ni los tiranos han podido imponer un tipo de modelo de organización social que someta a la sociedad civil y al Estado al control total del Sistema Económico, como ha sido la aspiración neoliberal.
Por el contrario, los movimientos contestatarios de la actualidad se centran en la acción de algunos de estos dos ámbitos, el Político (incluido el Estado) y el de la Sociedad Civil. Si fue posible derrotar la fase autoritaria del neoliberalismo, ello se debe a la alianza tácita y por momentos táctica entre los elementos democráticos de la Sociedad Política con la Sociedad Civil.
Acabada la tiranía, peligrosamente ese acuerdo se ha disuelto. Los políticos se han adueñado del Estado y la Sociedad Civil se ha alejado recelosamente de aquél. Condiciones como éstas son las que permitieron la crisis del Sistema Político y trajeron consigo la dictadura civil-militar.
Evitar que esa historia se repita es la tarea de la actualidad. ¿Cómo? Como Haya de la Torre lo planteó, refundando la forma de hacer política en nuestra Patria. Nunca más los partidos políticos deben alejarse de la Sociedad Civil, ni ésta considerar que los terrenos de la política son insondables. Construir las bases de una Democracia Social, síntesis del diálogo y el trabajo estrecho de la Sociedad Política (democracia) y la Sociedad Civil (social), es la única alternativa que avizoramos para salir del entrampamiento histórico en que se encuentra el país desde su fundación republicana.
2. LA CRISIS DEL PARTIDO APRISTA.
2.1. Los antecedentes:
Siendo realistas y autocríticos, la crisis del Aprismo peruano no ha sido muy diferente a la de otros partidos de tendencia similar en América Latina y el Mundo. Acción Democrática en Venezuela, el MNR en Bolivia, la Izquierda Democrática en Ecuador, el Partido Radical en Argentina, por citar los casos más conocidos, durante los años 90 han visto reducirse su electorado, siendo disminuidas considerablemente sus representaciones parlamentarias.
Debe haber por tanto situaciones comunes y específicas a cada uno de ellos. ¿Qué puede ser lo común en la crisis de los partidos políticos de la izquierda democrática latinoamericana? Desde nuestro punto de vista, lo común es el haber sostenido o compartido colectivamente un enfoque arcaico de la acción política, considerándola como el patrimonio exclusivo de una costra burocrática de partido, actuante con criterios mecanicistas, ignorante de la nueva dinámica de la sociedad y de los movimientos sociales emergentes de aquélla.
Por mucho tiempo fue suficiente que una agrupación contase con un Programa de Gobierno y una Organización para que fuese considerada como Partido Político. Si a ello le agregamos el cumplimiento de la recaudación de firmas de respaldo ante el órgano electoral, ya teníamos una organización partícipe de los procesos electorales que podría asegurar su presencia en el Parlamento.
Hasta este momento, los Partidos contaban con el monopolio de la acción política. La que se ejercía sobre el Estado, el mismo que servía a los políticos en función a su peso electoral. Siendo que aquél determinaba la importancia de los partidos, éstos se preparaban exclusivamente para participar en lides electorales, las cuales se realizan como es obvio cada cierto tiempo -de 3 a 5 años en promedio. Entre tanto, los partidos y sus representantes hacían libre ejercicio del poder que les había sido delegado, considerándolo como un cheque en blanco, que en verdad muy poco honraban durante su gestión.
A lo largo de este proceso, el espacio privilegiado de la acción política fue y ha sido el Parlamento, y la dinámica el cubileteo parlamentario. Es decir los acuerdos entre grupos, estableciendo los espacios de poder sobre los recursos del Estado. Beneficiando en primera instancia a las propias burocracias partidarias que le daban sostén en su gestión política. Éstas a su vez distribuían sus beneficios en una especie de cascada que, en última instancia, sólo beneficiaba a muy pocos electores de los que habían respaldado al partido político, generando una creciente desilusión. Como consecuencia de todo ello se dio la aparición de los movimientos "independientes", que tuvieron además a su favor la crisis del Estado benefactor.
¿Cómo ha sido este proceso en el Partido Aprista Peruano? Y por tanto, ¿qué es lo que hay que erradicar y qué cosas rescatar?.
Para hablar de la organización aprista, debemos establecer dos parámetros: el primero, es su origen, y el segundo su institucionalización. Respecto a sus orígenes, los historiadores han expuesto con absoluta claridad que se dieron en movimientos sociales espontáneos no partidarizados: la lucha por la jornada de las ocho horas de trabajo, la reforma universitaria y las universidades populares González Prada. Los protagonistas de estos movimientos fueron trabajadores y estudiantes universitarios, además de una élite intelectual contestataria al modelo social dominante. Hoy en día a la luz de las nuevas teorías sociales, estos movimientos serían catalogados como expresiones de la Sociedad Civil. En pocas palabras, el Aprismo peruano surgió como producto de la movilización de un sector importante de la Sociedad Civil de su época. De ahí el carácter nacional y popular que siempre Haya de la Torre reivindicó para el aprismo.
Cuando este movimiento se institucionalizó en un Partido y se fundó el Partido Aprista Peruano, trató de llevar consigo lo esencial de las aspiraciones de esos movimientos y fundamentalmente de sus integrantes. Es por ello que lo principal del modelo de organización del PAP se formuló a partir de la experiencia de sus dirigentes fundadores, aplicando al Partido político el esquema básico de la organización anarco sindicalista. Un Comité Ejecutivo encargado de aplicar los mandatos de las bases, las que se reunían en plenarias para determinar el rumbo de la organización. Se tenía así un modelo muy simple: bases y dirigentes de carácter ejecutivo. Era este el esqueleto, complementado por algunos organismos de carácter auxiliar.
La composición del Partido era de Frente Único, trabajadores manuales e intelectuales, agrupados en comités territoriales o células funcionales (sindicatos y profesionales). La categoría de trabajador era sustancial en esta composición y en la acción política. Así como el sindicato, el Partido era una estructura de confrontación y lucha, específicamente política.
La organización partidaria tuvo algunas variaciones con el transcurrir de los años y los aconteceres políticos. En algunos momentos llegaron a existir las famosas brigadas de defensa, con hombres listos para el enfrentamiento, si era necesario armado. Toda la época de la Gran Persecución (1934-1945) el Partido tuvo una organización clandestina, que algunos juzgan como paramilitar, dado que los conflictos con las tiranías de turno básicamente eran de carácter armado. Durante los años del Frente Democrático Nacional (1945-1948) la organización del Partido debió flexibilizarse, acorde a los años de "primavera democrática" existentes. A pesar de ello, lo esencial de la estructura se mantuvo, aún las brigadas de defensa que fueron las que se movilizaron en la insurrección de la Marina del 3 de octubre de 1948.
Hasta 1948 la organización del Partido supo mantener una representación cercana a la composición de los movimientos reivindicativos existentes en la Sociedad Peruana. El Partido en esta época se convirtió en el gran organizador del movimiento popular: organizó la Confederación de Trabajadores del Perú y a los principales movimientos campesinos del país, reconstruyó la Federación de Estudiantes del Perú –que fuera antes reprimida por la dictadura leguiísta. El Partido Aprista legítimamente representaba a un amplio sector de la Sociedad Civil.
La sanguinaria e implacable dictadura de Odría sí logró afectar la organización del Partido, asesinando a su Secretario General (con el mismo cargo en la Confederación de Trabajadores del Perú) y obligando al Jefe del Partido a su asilo en la embajada de Colombia. Casi todos los cuadros dirigenciales de alto nivel del Partido fueron apresados o tuvieron que salir al exilio. Los avances que ya se iban dando en la tecnología de la comunicación fueron hábilmente usados por la dictadura para descomponer toda la organización partidaria.
Reprimidos y perseguidos los dirigentes nacionales, los cuadros intermedios vieron muy limitada su capacidad de acción. Los vínculos que se tenían con el movimiento popular se fueron debilitando ante la represión sistemática. Así también, el auge económico exportador y la política populista de la dictadura, acompañado del surgimiento de nuevos estratos sociales de nivel medio en Lima y provincias, fueron creando un nuevo escenario político social, del cual el Aprismo como Partido estaba institucionalmente ausente.
De otro lado, el trauma de la escisión y la traición, a raíz de los sucesos del 3 de octubre del 48, conmovieron también al Partido, suscitándose la primera disidencia de importancia, que fue hábilmente utilizada por la dictadura odriísta. Cuando la reconstrucción de la organización partidaria, a partir de la Convivencia, el trauma del 48 sería muy tomado en cuenta. Todo el aparato parainsurgente del Partido, severamente reprimido por la dictadura, no fue reconstruido, sino dejado en el olvido. Aún ahora este capítulo de la historia partidaria se trata muy tangencialmente y sin la profundidad debida.
Lo cierto es que la organización partidaria no volvió a ser la misma a partir del 56. Si hubiera que hablar de un primer proceso de recomposición partidaria, éste se dio a partir de la Convivencia Democrática. Los compromisos por la preservación de la democracia y el combate contra el comunismo que se perfilaba como amenaza política en el ámbito mundial (Europa del Este, China, Corea), llevaron a que la participación política del Partido en el movimiento social se redujera y desgastara sensiblemente.
Los cambios en la sociedad y la política son obra fundamentalmente de generaciones. Las juventudes que debieron convertirse en el colectivo social de empuje al cambio y la adecuación del Partido a los nuevos retos de los 50, fueron severamente diezmadas con la expulsión de sus dirigentes en el famoso Congreso de 1958, en que salió del Partido una pléyade de jóvenes que luego formarían el Apra Rebelde. Mas allá del enjuiciamiento de los hechos, que escrupulosamente deberán realizar los historiadores, nos interesa resaltar el menoscabo de la organización partidaria en sus sectores juveniles. Al irse reduciendo la hegemonía aprista en el movimiento popular (sindicatos, campesinos, universidades) la presencia del Apra en el movimiento social se vio también fuertemente disminuida.
La organización partidaria tuvo una nueva orientación a partir del Congreso del 58. Se aceptaron plenamente las condiciones del nuevo juego democrático, fundamentalmente en lo correspondiente a privilegiar una organización política de carácter electoral, sustentada en los Comités territoriales. A los que se les fue progresivamente aumentando sus atribuciones, alcanzando mayor peso en la organización interina.
Empero, en el entorno se vivía una ebullición social producto de la modernización y las migraciones cada vez más crecientes. Las presiones y las movilizaciones sociales se multiplicaban y lamentablemente por el giro estratégico adoptado, el Partido estaba al margen de ellas.
La década de los 60 fue muy difícil para la organización del Partido. Nos referimos en especial a la capacidad de convocatoria y reclutamiento de nuevos cuadros. Puestos en el medio de la movilización popular y la resistencia al cambio por los sectores conservadores del país, el Partido vio perder mucho de su elan juvenil y renovador. Se perdió la Federación de Estudiantes del Perú, las organizaciones agrarias y campesinas languidecían, la CTP estuvo a punto de dividirse y sería más adelante disminuida sensiblemente con la aparición de la CGTP. En pocas palabras, el ensimismamiento orgánico en los sectores urbanos y el alejamiento del rol conductor de las masas durante este periodo, tuvieron efecto inmediato en la disminución del poder de organización y convocatoria popular del Partido.
Aunque no es tan paradójico, en este periodo el Partido pudo consolidar su estructura interna, se recuperó el local de la Casa del Pueblo y se construyó el Edificio Chavín, además del establecimiento de los Comedores del Pueblo y la Clínica Dental. La preocupación también se extendió a los medios de comunicación: se imprimía y circulaba diariamente La Tribuna, además de la propiedad de Radio Continente. Surgió así una burocracia interna, responsable de la administración del patrimonio, incluida en ella a la militancia, quien pasó a tomar un rol pasivo en la acción política. La burocratización del Partido fue el resultado de este proceso de asimilación a la democracia formal existente. Durante este tiempo, Haya de la Torre estuvo fuera del país, Seoane había fallecido en 1963 y Ramiro Prialé era el Secretario General del Partido.
Se dice que de no haber sido por el golpe de Estado de Velasco, el Apra y Haya de la Torre hubieran ganado las elecciones de 1969. Se afirma también que el golpe de Estado fue promovido con la intención de acelerar la modernización del país frente a un movimiento popular en ebullición: toma de tierras, formación de sindicatos ‘clasistas’, radicalización del movimiento estudiantil, guerrillas, etc. Por otro lado, Haya de la Torre en ese momento se encontraba fuera del Perú. A su retorno y consciente de los cambios sociales ocurridos y del fracaso de la estrategia llevada a efecto, Haya promovió una reorientación partidaria. Formó la Secretaría General Colegiada y publicó la tercera edición de "El Antimperialismo y el Apra". La neutralización de las tendencias conservadoras y el viraje hacia la izquierda fue evidente.
Así también, el Jefe del Partido se dedicó a trabajar con mayor ahínco con las organizaciones de juventudes. Las juventudes del aprismo Peruano se han caracterizado por una amplia disposición al trabajo político de base, justamente en aquellos sectores sociales donde el Partido consideraba necesaria su presencia. Fue el propio Haya de la Torre quien, comprendiendo la difícil situación de las juventudes del Apra, a fines de los 60 formó el Buró de Conjunciones. Órgano dependiente de la Jefatura a través del cual iba promoviendo y fogueando a jóvenes dirigentes en la tarea de hacer política. En los 70, esta línea de trabajo se extendería a la Célula Arturo Sabroso, formada por compañeros jóvenes, de extracción universitaria, que fueron preparados para la labor sindical en fábricas de la Capital. Paralelamente se formó la Escuela de Dirigentes y el Parlamento Universitario, integrados mayoritariamente por jóvenes universitarios.
La creación del Secretariado colegiado fue un planteamiento difícil de aceptar por la burocracia partidaria. Se dice que como medio de presión del propio Haya de la Torre, él amenazó con postular a la Secretaría General si no se aprobaba la colegiada. Lo cierto es que había intención de Víctor Raúl de neutralizar a Prialé y reorientar hacia la izquierda la marcha partidaria. En un principio el colegiado fue un cuerpo directriz sin responsabilidades, más que de la decisión de la agenda política del Partido. No sería hasta 1974 que al Colegiado se le asignarían tareas complementarias de control y dirección de áreas de acción internas. Al igual que las vicepresidencias de las grandes empresas, detrás de cada secretario colegiado había un conjunto de secretarías del C.E.N. que tenían que ser dirigidas: organización, propaganda, ideología y doctrina, profesionales y sindicatos, mujeres, juventudes, relaciones exteriores, etc. Cada Secretario Colegiado a la par que dirigía estos organismos los representaba. Dándose mayor presencia a los organismos de base en la dirección del Partido. En forma paralela, existía la Comisión Política, ámbito de discusión especializada de la línea política partidaria.
Se tenía entonces dos grandes líneas de dirección internas: por un lado el Colegiado, responsable de la marcha partidaria, complementado por el Comité Ejecutivo Nacional, órgano operativo y de segundo orden; y por el otro, la Comisión Política, espacio de discusión y decisión de la estrategia y táctica partidarias. En el nivel de base existían los comités geográficos y los organismos funcionales. Sin embargo, esta estructura casi siempre obedecía a la realidad de Lima, la única capaz de contar con organización en cada distrito y organismos funcionales que se irrogaban el título de "nacionales". Luego, quien controlaba la organización de Lima, estaba en capacidad de controlar el Partido.
Durante la década del 70 la acción política del Partido fue muy intensa. Haya de la Torre no volvió a salir del país hasta 1977, cuando ya comenzaba a sufrir los estragos de la enfermedad que lo llevaría a la tumba. Para recuperar la presencia del Aprismo en la sociedad civil, Haya de la Torre impulsó la constitución de nuevos organismos de fachada. Para los sindicatos: la Célula Sabroso; para los universitarios: ARE, IDE; en los escolares, el Frente Estudiantil Secundario (FES). Todos los cuales se multiplicaban en su accionar de enfrentamiento a la dictadura militar y a la diversidad de grupos comunistas, de moda por aquella época.
Ya entonces el C.E.N. tenía como promedio de edad los 30 años. Bajo la propia conducción de Haya de la Torre, el Partido iba recuperando presencia en los sindicatos, en los gremios profesionales, en las federaciones estudiantiles, en las organizaciones vecinales.
El Partido pudo sostenerse incólume durante la dictadura militar gracias a la organización diseñada personalmente por Haya de la Torre. La especialización de la Comisión Política y su hábil desempeño en el juego político de alto nivel, evitaron más de una vez la puesta en la clandestinidad del Partido. Ello no fue impedimento para continuar con la labor de organización y difusión partidaria, llevada a cabo desde la secretaría general colegiada y su órgano operativo el CEN.
Esta organización mixta, basada en la separación y la especialización de las funciones estratégicas y operativas, es la que finalmente nos permitió llegar en buen pie a las elecciones para la Asamblea Constituyente. Se había mantenido y combinado magistralmente el trabajo vecinal a través de los comités territoriales y la labor gremial a partir de los organismos funcionales.
Lamentablemente, no le alcanzó el tiempo a Haya de la Torre para consolidar la organización partidaria en un régimen democrático que le hubiera permitido alcanzar hasta el último confín de la Sociedad. A su muerte, el conflicto por la sucesión y la carencia de un firme liderazgo alternativo, trajeron abajo la organización interna. Más allá del cambio de los modelos de organización, el resquebrajamiento de la unidad y la fraternidad internas, se constituyeron en nuestro principal enemigo. Por ello no fue una sorpresa la derrota de Villanueva frente a un Belaúnde patriarcal y como siempre populista, en una sociedad que ya había comenzado a cambiar.
El tristemente célebre XIII Congreso Nacional, fue el espacio en que se dio inicio a una cuarta recomposición partidaria. Desapareció la colegiada, la comisión política fue convertida en un órgano consultivo y el CEN pasó a tener la responsabilidad de la conducción partidaria. Lo que en los últimos años había sido un órgano de segundo o tercer nivel, asumió la mayor responsabilidad: la conducción.
Para quienes participamos de aquel evento, la supresión de la colegiada era el gesto político de licenciamiento de quienes habían ejercido hasta entonces el poder político interno. Ninguno de los líderes históricos asumió cargo político alguno. Pero tampoco hubo una conducción alternativa innovadora que fuese capaz de plantear una solución de continuidad.
De ahí para adelante, los Comités Ejecutivos Nacionales, no han hecho más que demostrar lo inconveniente que es juntar, en tiempos de normalidad política, en un solo organismo y simultáneamente las funciones política y ejecutiva. Porque finalmente ninguna de las dos es realizada eficientemente. Puede exhibirse como excepción al CEN del periodo 82-85, cuyo secretario general fuera Alan García. Pero en beneficio de nuestro planteamiento, debemos argumentar que por expresa decisión del propio García, las funciones políticas durante su periodo le fueron restablecidas a la Comisión Política, que volvió a presidir Luis Alberto Sánchez.
Por otro lado, durante su primera gestión como secretario general, García fue capaz de, complementando desde fuera a la estructura partidaria, generar nuevos espacios de acción política, que son los que le sirvieron para llegar a ser elegido Presidente de la República. A pesar de ello y luego de logrado el triunfo electoral, el Partido volvió a su "normalidad".
En 1991 se realizaron sendos eventos partidarios que buscaron actualizar el programa de gobierno y la organización apristas. Puntualmente, en la ciudad de Arequipa, se llevó a cabo una Asamblea Estatutaria que se caracterizó más por su carácter hepático que por resolver los entrampamientos en que se encontraba ya en ese entonces la organización partidaria. Se prohibió que los representantes del Partido fueran dirigentes, restándose así la posibilidad de que justamente la gente que tenía mayor contacto con la Sociedad Civil fuese quien condujera el Partido. Por otro lado se sobredimensionaron las facultades del C.E.N. contribuyendo al hipercentralismo limeño, en menoscabo de la descentralización que el propio Partido exigía para el resto del país. Si bien es cierto se redujeron las secretarías nacionales, el espíritu de ensimismamiento orgánico continua-ba.
Sólo la elección de García como Secretario General en 1992 salvó del rotundo fracaso al nuevo Estatuto. Y es que más allá de la letra, pesó el espíritu de movilización intensiva que el Presidente García le imprimió a la organización. Se hicieron los planes para recuperar los contactos y los espacios sociales que se habían abierto durante el gobierno, tanto con organizaciones de sobrevivencia, vecinales, como de la producción y el comercio. Lamentablemente, el golpe del 5 de abril frustró una nueva ocasión para la modernización real de nuestra organización.
Luego del golpe de Estado la organización partidaria se vio nuevamente reducida al mínimo. Cuando una organización depende de su conductor, lo que vale es el conductor y no la organización. En otras palabras, no era la organización la que funcionaba sino el estilo de quien la conducía. Situación totalmente negativa porque por más que el comando desaparezca, la organización debe seguir marchando con quien lo suceda. Este es un principio elemental de las instituciones modernas, al cual también debe sujetarse el Partido.
2.2. Análisis del problema:
Para encontrar la solución a los problemas del Partido, hay que hallar el problema central, del cual se desprenden otros problemas. Debemos preguntaron entonces ¿Cuál es el problema central del Partido? Lo resumimos en una frase: El Apra ha olvidado de hacer política eficientemente. Y no de ahora sino de cuando menos hace unos 10 años. Ahora bien, ¿porqué ya no hacemos política? Porque de ser un Partido de frente único nos hemos convertido en un partido de burócratas de Comité. Se ha abandonado el frente único y se ha ignorado a los nuevos movimientos sociales surgidos de la sociedad civil, quienes también tienen una actitud contestataria respecto al sistema social dominante.
Hoy en día, el frente único de trabajadores manuales e intelectuales, en la práctica no existe. Y constituirlo, representarlo y llevarlo al poder ha sido y es la tarea del Partido.
Ante una evidente incomprensión de la marcha de la Sociedad Peruana, nos fuimos alejando de las inquietudes de las mayorías populares rompiendo toda sintonía con ellas. La ausencia de puentes entre la sociedad civil y el Partido fueron la mejor prueba de ello. Sin un programa actualizado de transformación integral de la Sociedad y con una organización burocratizada, se cortó cualquier atractivo que el Partido pudiera tener para integrarse a la dinámica de los movimientos sociales. Ante ello, sólo nos ha quedado la historia épica, que es la que conocemos los hijos y nietos de apristas, y por cuya razón nos hemos incorporado al Partido.
Identificada la causa del problema, ¿porqué no iniciamos el cambio? Porque hay resistencias, de parte de quien se cree ser la única beneficiaria: la burocracia partidaria, que ha implementado un sistema de gobierno, el cual supuestamente es ‘el Partido’.
Así ‘el Partido’ ha pasado a tener una existencia autónoma y ajena al motivo original de su existencia. Resultará obvio que los burócratas del Partido cuando traten de discutir el problema, plantearán que éste se resuelve haciendo ajustes internos, sea de hombres o estructuras. Es nuestro punto de vista, que la solución no está en hacerle cambios epiteliales o maquillajes al Partido. El tema está más allá de cambiar personas o modelos de organización, porque ambos caminos ya se han probado e igualmente han fracasado. No son las salidas burocráticas las que encontrarán la solución al entrampamiento del Partido.
En los últimos años ha sido el burocratismo el que ha imperado en el Partido. Y decimos burocratismo en la medida en que la burocracia y una cultura instrumental y aislacionista, es la que nos ha gobernado. En el último lustro, sólo la actual gestión del C.E.N. logró sacar medianamente, y no sin resistencias, al Partido de sus cuatro paredes, movilizándolo contra la dictadura, a partir de la formulación de una agenda política superior al asambleísmo crónico, al que interesadamente burócratas desmovilizados pretendían sujetarlo.
Por una antigua ley de la administración, sabemos que cuando una persona no tiene nada que hacer, lo poco que está haciendo tiende a extenderlo en el tiempo. A la burocracia del Partido, ante su desmovilización y alejamiento de la sociedad civil, no le ha quedado otra cosa que "fetichizar" los libros de actas, los cuadernos de asistencia y los padrones de militantes. Son ellos los "instrumentos" de prueba del trabajo del Comité Partidario. Dirigente que no los tiene al día es porque ‘no trabaja’. Así, la sosa y reiterativa asamblea de 5 a 10 ‘militantes’, ha sido el indicador de "trabajo político" del Comité Partidario.
El problema, definitivamente no está en la militancia, sino en el modelo y la orientación de la organización. Un dirigente que no hace política externa, se la pasará haciendo rayas en su libro de actas. ¡¡Algo tiene que hacer para sostener su autoestima!!! Y ese algo es convertido sucesivamente –por efecto sicólogo- en el acto ejemplar que todos deben seguir.
La actual organización del Partido ¿sirve para hacer política sostenida a través de todos sus niveles? Definitivamente, no. La organización consagra la centralización y el monopolio de la acción política a los parlamentarios y a la dirigencia nacional y ocasionalmente a las dirigencias departamentales del interior del país.
Todo el diseño organizacional del Partido no hace sino encasillar la labor a los locales, promoviendo indirectamente el inmovilismo y el aislamiento político. Por esta línea, sólo hacen política los líderes nacionales, cuando los hay, el secretario general y la célula parlamentaria aprista. Es decir intervenimos en la macropolítica, tratando de filtrarnos en los medios de comunicación, a ver si se nos concede algún espacio de importancia.
Está totalmente abandonado el mundo de la ‘micro política’, el de la vida cotidiana, en la que se desenvuelven normalmente la mayoría de ciudadanos. Este ámbito es el de las bases territoriales del Partido. Es el de los comités distritales y provinciales, a los cuales se ha maniatado y condenado -por la composición del cuadro de secretarías- a estar encapsulados a sus actividades internas. Si un Comité decidiera intervenir activamente en la problemática local, su estructura dirigencial se lo impediría y no podría cambiarla, porque no existe flexibilidad en la organización.
Por el contrario, el culto a la directiva superior que autorice o desautorice una actividad se ha constituido en la regla número 1 del Partido: ¿Hay autorización para hacerlo?. Esta norma forma parte ya del inconsciente colectivo de la burocracia partidaria. ¿Resultado?: inmovilismo, aislamiento, ausencia de creatividad, conformismo, etc. Bajo estas premisas, no se puede aspirar a lograr un firme posicionamiento en el escenario ni local ni nacional.
Los efectos de esta calamitosa situación son evidentes: la presencia político partidaria en los gremios profesionales es mínima; no existe organización sindical aprista; el movimiento estudiantil aprista ha desaparecido; no hay ni intelectuales ni producción intelectual aprista. Ni qué decir de nuestra lejanía de las organizaciones sociales de base, urbanas y rurales, con quienes se mantiene una relación fundamentalmente clientela.
Si bien en un principio la estructura orgánica se estableció para conquistar la conciencia ciudadana y por ende lograr su respaldo electoral, el conflicto con otras fuerzas políticas, con las que hay que contender en todos los escenarios que sean necesarios y con todas las armas que sean posibles, provocó que el Partido hiciera un uso instrumental de su organización, es decir la desviara de la finalidad inicial a que estuviera dedicada. Por ejemplo, los organismos funcionales sirvieron sólo para enfrentar a otras fuerzas políticas y no como vasos comunicantes entre la Sociedad y el Partido (y viceversa). En los últimos tiempos se convirtieron en simples órganos de participación de maquinarias en torno al objetivo de la conquista del poder interno. Totalmente burocratizados y desviados de los fundamentos que le dieron origen.
Frente a todo ello, el Partido se ha convertido en una maquinaria electoral, cuyos integrantes son buenos para armar y participar en procesos electorales. Fama que ha trascendido nuestras fronteras y ha permitido la oportunista migración de algunos de los capituleros a otras tiendas políticas.
Entre elección y elección, los comités ya aprendieron a ‘invernar’, de manera que despiertan solos y automáticamente en cada proceso electoral, sea éste de carácter interno o externo. Lo ‘malo’ es que las elecciones no son iguales unas a otras, así lo comprobamos en la caída del 22% de 1990 al 3% que obtuvimos en las elecciones municipales de 1993.
La organización burocrática requiere de burócratas que la administren, rechazando por ende cualquier espíritu innovador que la amenace. Esta es la razón por la cual existe una interdependencia entre las personas y la estructura. Ambas se aseguran la supervivencia. El escenario configura a su actor y éste a su vez consciente de su dependencia vela por la conservación del escenario. En lo que podría ser un círculo perfecto, de no ser que existe un entorno cambiante que exige respuestas y acciones, más aún en el ámbito político.
Se ha caído en el mismo estilo de burocratismo que el propio Haya tanto cuestionó de los países llamados ‘socialistas’, cuyas ‘nomenclaturas’ se impusieron sobre los objetivos originales de cada movimiento revolucionario.
Es ese continuo burocracia-burócrata el que debe ser erradicado como primer paso para el rescate del Partido.
¿Cuál es la entraña de la burocracia interna? ¿Cómo se sostiene? ¿Cuál es el alcance que tiene?
La burocracia del Partido está compuesta por un millar de personas, distribuida entre Lima y el interior del país, segmentada en algunos conjuntos de militantes y dirigentes, que son los que controlan o aspiran a tener el control de tres de los más importantes órganos de dirección partidaria: la secretaría general, la secretaría de organización y la secretaría de disciplina.
El poder de la secretaría general consiste en establecer la Agenda Política de carácter interno y externo. Las prioridades de acción son determinadas por esta secretaría y las decisiones son sancionadas por ella. De forma que sin su aval no hay medida que tenga carácter legal en el ámbito interno. El equipo de gente que trabaja a su alrededor es el que tamiza la información a la par que administra la toma de decisiones.
La secretaría de organización, es la que administra el segundo instrumento de poder del Partido, el Padrón Electoral y la conformación de los comités territoriales. Obviamente, ahí donde se inclina Organización es muy probable que salgan elegidos los dirigentes de los comités territoriales. Al respecto, al haber casi desaparecido los organismos funcionales, el peso específico que han tomado los comités territoriales y por ende la secretaría de organización, se ha incrementado hasta casi ocupar el 99% del volumen disponible.
Enseguida está la secretaría de disciplina, que como órgano jurisdiccional es la encargada de impartir justicia al interior del Partido. Tiene la facultad de suspender y subrogar dirigentes, constituyéndose en un poder paralelo al de organización. Fácilmente un militante o un dirigente puede quedar imposibilitado de ejercer sus derechos por una sanción disciplinaria. Lo más peligroso es que en el Partido sí existe el delito de opinión, bajo el cargo de "infraternidad". Así, la crítica a un dirigente podría ser sancionada por ser "infraterna", ya que así lo posibilita el reglamento nacional de disciplina.
Como se habrá podido observar, el poder de estos órganos es significativamente burocrático. Tiene que ver con la administración de lo que se hace adentro y cómo -a través de trámites- se resuelven los asuntos internos. Ciertamente, el grado de aplicación de estas facultades depende de cada dirigente. El problema reside cuando el dirigente a cargo comienza a salirse de los cánones acostumbrados, innovando el accionar político. Inmediatamente los "burócratas de carrera" le salen al paso, indicándole cuál es la costumbre y qué es lo que debe hacer. Como dato adicional, podemos mencionar que estos burócratas son los que acompañan secularmente a los dirigentes nacionales, indistintamente de quiénes sean. Son las personas asiduas concurrentes de Alfonso Ugarte, que se ofrecen como colaboradoras de los nuevos secretarios. Son ellos los que conocen a los burócratas de los comités territoriales y con quiénes se puede contar para montar maquinarias electorales. Otra característica de este aparato, es su escolasticismo para quienes "todo ya está escrito y dicho", no habiendo por tanto lugar para el debate político e ideológico. La ideología –para los burócratas- está escrita y ‘santificada’, en tanto que la línea política es la consagrada por los ‘líderes’, y no hay más que discutir sobre ello.
Como recordáramos en el capítulo anterior, antes de la actual estructura de dirección con un Comité Ejecutivo Nacional (CEN), existió un secretariado general colegiado, que era quien concentraba las facultades de dirección política del Partido. Con su desaparición esa facultad pasó al CEN. De forma que éste concentró facultades de dirección política y orgánica simultáneamente. El mayor problema se presentó cuando quienes aspiraban a participar de la dirección del Partido postulaban a cualquier secretaría del CEN, sólo para estar en él, aunque en su Secretaría no realizaran labor ni orgánica ni política. Así hubo CENs que llegaron a tener más de 50 personas, con una diversidad de secretarías, creadas con la finalidad de ganar algunos votos y convertir en ganadora a una lista. Es por esta razón que el CEN ha venido degenerando en un organismo sin verdadero peso político, el cual se ha trasladado a otros espacios diferentes a los aprobados por los Congresos Nacionales.
También hay burocratismo en los comités territoriales. El poder de esos burócratas reside en conocerse de memoria el padrón electoral. Saben quién es quién en cada lugar, cómo ubicarlo, dónde trabaja, sus virtudes y defectos. Su poder real es la información. Son los verdaderos operadores de la burocracia. Muchos de ellos actúan sin bandera política. "¿Cuál es la consigna?" Es su voz de orden. Son los capituleros que persiguen los candidatos en las elecciones internas, y que tienen su tarifa de ‘colaboración’. Conocen como nadie las corrientes del Partido y qué línea es la fuerte para las próximas elecciones. Fueron de izquierda, de derecha, renovadores, oficialistas. No creen en nadie, salvo en sí mismos.
La expresión patética del control burocrático sobre el Partido es la pugna por el poder interno. Como toda organización jerarquizada y democrática son las asambleas de los dirigentes de base con los dirigentes nacionales los que aprueban y evalúan la línea política. Entonces son ellos la verdadera fuente de la soberanía interna: los dirigentes de base. El problema no reside aquí. El problema está en que no se apertura el debate político al resto de la militancia, Las normas y las ‘costumbres’ impiden que la militancia sepa de verás qué temas son los que debate la dirigencia partidaria. Existe un velo que hace secreto todos los temas políticos del Partido. A pesar que no debería ser así.
Si a la militancia se le mantiene de espaldas a los acontecimientos políticos sustanciales para el Partido ésta es fácilmente manipulare. Cuando por el contrario está al tanto de los retos políticos es cuando mejor sabe enfrentar las adversidades. La mejor prueba de ello fue la derrota de la infiltración fuji-montesinista desplegada entre los años 1995 al 2000. Lográndose la sumaria expulsión de sus más importantes agentes. Nada de ello hubiera sido posible si las bases no hubieran estado al tanto de la lucha política contra las tendencias ‘colaboracionistas’ con la dictadura. Gracias al debate político y a la información consecutiva que se obtiene de ella los dirigentes de los comités derrotamos a los oportunistas y traidores que se pretendían subir al carro de la dictadura, llevando como presea dorada el control del partido.
¿Cómo se estructura la burocracia del Partido? Este aparato se mueve internamente en medio de una estructura de Castas. Entendiendo por Casta a un sistema complejo de segmentación social, establecido sobre la base del origen social de la persona, circunscribiéndola a desempeñarse obligatoriamente en determinados espacios y funciones sociales. En el Partido, las castas determinan los espacios máximos de poder a los que normalmente puede acceder un militante. La cúspide la constituye el grupo de los que han alcanzado poder autónomo, sea por su dinero, por carisma o porque en verdad controla la maquinaria partidaria. Enseguida viene el de los apellidos históricos (aunque este nivel se viene reduciendo considerablemente). Luego el de los intelectuales de renombre (también exiguos en cantidad). En cuarto lugar, el de los parlamentarios que no están en las anteriores. El quinto nivel, el de los dirigentes de la maquinaria partidaria. La conformación de las castas no es químicamente pura: habrá gente con dinero, apellido e intelectualidad; o intelectuales con apellido aunque sin dinero; o dirigentes intelectuales sin el resto de atributos. Sí, es cierto, que al militante se le considerará por la ‘cualidad’ de más alto prestigio. Finalmente, lo importante es que sino se cumple con los atributos exigidos no se puede ascender en la escala de poder partidario.
La burocracia conoce de este sistema de castas, le rinde pleitesía y la legitima ante la militancia de base, a través de las invitaciones a los eventos internos, presentándolos como grandes personajes, mecenas o líderes partidarios. Se reproduce así subjetivamente el sistema de poder interno.
Lo que hay de común entre las castas y la burocracia, es que ambas existen y basan su poder y prestigio en el sistema de relaciones de poder interno.
Habrá quienes se pregunten, ¿qué hay de negativo en este sistema, más allá de las opiniones ético-morales?.
Esta red de poder, montada ya secularmente en la organización, se basa en un sistema burocrático, que busca por encima de todo la supervivencia de su sistema de vida y es enemiga terminante del cambio. En sus manos es que hemos llegado a tocar fondo política y electoralmente. Como sólo le interesa la pervivencia de su sistema, serían capaces de permitir la desviación ideológica y política del Partido, con tal de continuar con el conjunto de privilegios que creen tener (aunque cada vez sean muy pocos y desprestigiados). Fue esta burocracia la que pugnó por derrocar a Jorge del Castillo de la secretaría general, porque consideraban que al enfrentarse a la tiranía fujimorista estaba poniendo en riesgo la legalidad del Partido (del sistema burocrático que han montado en verdad) y por ende de su propio medio de vida.
Han sido estos mismos burócratas los que se rasgaron las vestiduras cuando Alan García planteó la refundación del Partido. Medida radical de recuperación del Aprismo histórico frente al aprismo burocrático, que en verdad nos gobierna cuando menos desde hace veinte años.
Se cuestionó el planteamiento de la refundación del Partido desde el enfoque más absurdo: el del cambio de los símbolos partidarios. A pesar que los símbolos en manos de la burocracia han sido instrumentalizados y por tanto perdido completamente su valor simbólico ejemplar. La Marsellesa Aprista fue escrita en contraposición a la Internacional que cantaban los comunistas en el país. La bandera indoamericana fue ondeada diferenciándonos de la bandera roja con la hoz y el martillo de los comunistas. La estrella aprista se contrapuso al símbolo comunista de la hoz y el martillo. Sin embargo, los burócratas del Partido no han hecho sino emular el comportamiento de sus colegas comunistas, que son los que justamente trajeron abajo su modelo social, así como ahora en su miopía están haciendo que se desgaste el Partido.
Otro efecto que es imperativo resaltar es la postergación de los organismos juveniles y femeninos. Las juventudes del Apra se han ido reduciendo en progresión geométrica desde fines de la década del 80. Ni qué decir de los liderazgos femeninos. Las mujeres lideresas del Partido están por encima de los 50 años y no se vislumbra que detrás de ellas haya nuevos cuadros de recambio femenino. Todo ello redunda en una exigencia que la Sociedad hace al Partido, queremos también ver nuevos rostros.
Es conveniente en esta etapa, hacer un alto para referirnos a la militancia aprista. Su militancia es lo mejor que tiene el Partido. Y es a quien en verdad le debe su permanencia y valor histórico. Más allá de los líderes, los parlamentarios, las obras de gobierno, son los apristas de base los que con su constancia y sacrificio han puesto el aliento espiritual a nuestra obra. Porque muchos otros movimientos políticos han dado al país discursos, obras, parlamentarios, pero nadie como el Apra puso sangre, la sangre de sus militantes para consagrar en el espíritu y en las conciencias del pueblo el valor de una causa. Es esa sangre y por esa sangre que permanece vivo el Aprismo. Y es por esa sangre que tenemos que rescatar a nuestro Partido.
¿A qué aspira nuestra militancia? A lo que Alan García claramente expuso en la campaña electoral: JUSTICIA SOCIAL. No aspira a puestos públicos ni a prebendas, sólo quiere que se creen las condiciones para que todos podamos definir el rumbo de nuestro destino, personal y colectivo. Lamentablemente, el militante aprista cree que el actual orden es el "natural". Los viejos apristas que vivieron las épocas aurorales cuentan como leyenda los tiempos de la persecución, de las catacumbas, del magisterio de Haya de la Torre, y de la obediencia que los apristas le debían a sus dirigentes. Ese voto de obediencia irreflexiva, injustificado hoy en día, es el sostén de la burocracia.
Sin embargo, la militancia sabe que algo está yendo mal y cree que haciendo uso de la imagen de Alan García las cosas comenzarían a ir mejor. Hoy por hoy, ya no se trata de hombres sino de Sistemas de acción. Y Alan García lo conoce, por ello plantea la ‘modernización y el relanzamiento’ partidarios.
Lo que se requiere por tanto, es acabar con el sistema burocratizante bajo el cual se nos ha gobernado paritariamente. Es por ello necesario asumir un nuevo enfoque de nuestra organización. Considerar al Partido como lo que es, un Sistema. Con objetivos, funciones, estrategias y actores que son sus militantes. Como sistema que es, se interrelaciona con su entorno a partir de su organización interna, la cual también debe estar definida en torno a sub-sistemas. Consecutivamente, deben formularse nuevas formas de relación con la Sociedad y la acción política, así como nuevos principios de interacción entre apristas.
A la nueva concepción de la organización partidaria le corresponderá nuevas funciones, nuevos objetivos, que serán los que orienten la conducta de la militancia y por ende de sus organizaciones.
Llámesele relanzamiento, renovación generacional, reingeniería, no importa el título. Lo importante es que el Partido tenga un cambio radical, volviendo a actuar en -y representar a- la amplia sociedad civil de nuestro país.
3. LOS RETOS SOCIO POLITICOS DEL APRISMO.
3.1. La nueva realidad social.
Durante la década pasada los economistas impusieron la moda de describir la realidad a partir de números, estadísticas en especial. Lo negativo de ese procedimiento es que también con números se puede distorsionar la realidad. Así, por ejemplo, durante el fujimorato se difundían promedios de ingresos, de producción per cápita, de salud, de empleo, de pobreza, de extrema pobreza, de inflación, etc. Los cuales estaban formulados expresamente para ocultar los grandes contrastes existentes en la Sociedad. Los indicadores ‘peligrosos’ eran escondidos o distorsionados. El hecho es que la gente ha aprendido a desconfiar de las estadísticas, porque como se dice en la calle: "nos dicen que estamos bien, pero bien... jodidos".
Por ello, en esta primera parte no vamos a hablar de estadísticas sino del comportamiento y la subjetividad de la gente común y corriente del país. Vamos a escrutar la voluntad y la creencia colectiva de la ciudadanía, tratando de descubrir sus temores y aspiraciones. Resulta obvio que este comportamiento es vital y significativo para la acción política realista y concreta, no utópica ni desacertada.
A partir del gobierno militar de la década del 70, el país vivió un proceso acelerado de modernización económica, que provocó el incremento de las migraciones del campo a la ciudad. Esas migraciones trajearon consigo el cambio del "rostro de las ciudades". Ciudades que apenas estaban comenzando a mejorar las condiciones de vida de su población nativa, comenzaron a recibir cantidades ingentes de personas, deseosas de lograr el progreso que los gobiernos sucesivos les habían ofrecido populistamente.
La verdad es que el crecimiento económico del país, y en especial de las ciudades, no era del volumen suficiente para recibir tal cantidad de nuevos pobladores, que exigirían lo mínimo elemental para su subsistencia: alimento, vivienda, trabajo, asistencia en salud y educación.
Por tanto, los servicios fueron deteriorándose y en forma inversamente proporcional incrementándose el conflicto entre la población nativa y la población migrante. Se agudizó así el choque de las culturas criollas (citadinas) y andinas (migrantes).
Si a ello le unimos la crisis de ingresos del Estado benefactor, encontraremos un verdadero conflicto social en la vida cotidiana: Habiendo poco trabajo se privilegiará al que esté dispuesto a trabajar a menor remuneración. Los impuestos aumentarán para dar atención a los desposeídos. Los servicios públicos bajarán su calidad porque hay pocos recursos para tanta demanda de atención. Los criollos nativos, como en todo proceso migratorio masivo, resultaron enfrentados al andino migrante.
El aspecto más polémico era el del conflicto cultural. La cultura criolla, costera, versus la migrante, andina. Ambas antes separadas por la Cordillera, ahora unidas intempestivamente por la fuerza de las circunstancias.
Frente a la crisis surgieron diversas estrategias de superarla. El criollo haciendo gala de la famosa y tradicional "viveza Criolla" -heredada de los españoles y ‘enriquecida’ por la mentalidad surgida de la dependencia colonial a un Imperio- trató de ‘sacarle la vuelta’ a la adversidad e ideó formas de evadir responsabilidades y granjearse ‘servicios extras’ por parte de amigos y parientes. Surgieron así las expresiones: "la criollada", la "viveza criolla", formas populares de denominar a las acciones que realizaban los criollos para lograr servicios o beneficios que en condiciones normales y por el derecho o las normas sociales de prestigio, nunca hubieran podido obtener.
El otro segmento era el del migraste, mayormente andino, quien trajo consigo las tradiciones de sus lugares de origen, usualmente comunales, donde se tienen mayores espacios de control social. A diferencia de los urbanos donde -en ciertos aspectos- el control social se diluye. Es de suponer, entonces, que el migrante andino tendría mayor disposición al respeto a las normas sociales y disposiciones legales. Sustentado ello en el supuesto de que las instituciones responsables de velar por su cumplimiento tendrían la misma eficacia y severidad de las de sus pueblos de origen. Además del deseo empático de integrarse a la nueva sociedad.
Ambos comportamientos fueron encontrándose en el día a día de la vida cotidiana, aprendiendo uno del otro. El criollo aprendió lo que era la constancia y el apego al trabajo; y el migrante la innovación, saltándose las reglas establecidas. José María Arguedas alcanzó a retratar en algo esta fusión entre dos culturas en su obra póstuma: "El zorro de arriba y el zorro de abajo". Aunque aún por ése entonces, Chimbote a fines de los 60, no se perfilaba el destino que tendría ese nuevo estilo de comportamiento social.
En las fábricas, los obreros de origen criollo enseñaban al obrero de origen andino. Y ellos a su vez aprendían de su patrón, el empresario. Todos en conjunto vivían ya entonces un modelo económico social en crisis. Y las salidas formalmente planteadas no alcanzaban a resolver los problemas reales. Así es como surgían las innovaciones y el consecuente desprestigio de los teóricos (incluidos académicos y políticos).
Una vez quebrada la empresa o despedidos los trabajadores, el comportamiento innovador permitía el surgimiento de nuevas estrategias de vida. Apareció así la "informalidad", considerada como estrategia social de sobrevivencia en tiempos de severa crisis económica.
Trabajar en la calle o en la misma casa, construir sin planos ni licencia municipal, no pagar tributos, automedicarse, son algunos de los síntomas de la informalidad social y la mejor demostración de cómo se fue extendiendo en la sociedad peruana. Estos comportamientos no son de ninguna forma ‘normales’ en países desarrollados, donde sería impensable que, por ejemplo, alguien compre una medicina sin la respectiva receta médica, y mucho menos que el dependiente de la botica sea quien a uno lo recete. Este solo ejemplo demuestra qué tanto ha calado la informalidad en todos los estratos de la sociedad peruana.
Hernando de Soto ha estudiado desde el punto de vista legal a la informalidad. Atribuyéndola al exceso de celo normativo del Estado. Si bien existe algo de ello, consideramos que la informalidad es ante todo un comportamiento social, producto del conflicto cultural y agudizado por la crisis del sistema económico dominante. Constituyendo lamentablemente todo un estilo de vida.
El estudio de la informalidad, ha concitado la atención de innumerable cantidad de investigadores (economistas, sociólogos, antropólogos y hasta abogados), planteando cada uno la solución desde su peculiar punto de vista. Sin embargo, la informalidad sigue ahí, y sirvió de sustento a una forma de gobernar y hacer política. Nos referimos al fujimorismo.
La crisis económica del final del periodo de los años 80 provocó una mayor aceleración del fenómeno social iniciado en los años 60. La imposibilidad progresiva de la economía formal y el Estado para atender el problema del desempleo, dispararon a un 47% la tasa de subempleo del país. Considerando como subempleo al trabajo por cuenta propia, al trabajo con una remuneración menor al salario mínimo vital y al trabajo familiar no remunerado. El comercio ambulatorio se incrementó en todos los distritos de Lima y las principales ciudades del interior del país. Surgieron las microempresas generalmente ubicadas en talleres clandestinos. Así también el resto de empresas comenzó a contratar mano de obra sin incorporarla a la planilla, ni reconocerle derechos sociales, etcétera. Por otro lado, los movimientos subversivos agudizaron su escalada terrorista, creyendo poder capitalizar la crisis del Estado benefactor y la "ira de las masas irredentas". Se equivocaron, porque la lógica popular, como se comprobó luego, iba en otro sentido.
Llegado el fujimorato, y con él el ajuste estructural que implementó el shock del fatídico 8 de agosto de 1990, el Estado declaró su imposibilidad de continuar al mando de la economía y de un conjunto de servicios sociales que hasta entonces venía ejecutando. Ante el retiro del Estado y el "sinceramiento" de la economía, la sociedad peruana se convirtió en una jungla, donde imperó el ‘capitalismo salvaje’. La regla fue entonces: AQUÍ NO HAY REGLAS Y SÓLO SOBREVIVEN LOS MÁS HÁBILES Y FUERTES. Quien no sabía tuvo que aprender y muy rápidamente. El costo social del ajuste recién se conocerá cuando se hurguen en las estadísticas verdaderas de la época, y se sepa la mortandad en niños y ancianos fundamentalmente.
Hasta ese momento, la informalidad había sido un recurso algo marginal de la sociedad peruana. A partir de entonces se convirtió en la estrategia de vida de la Nación. Miles de obreros y empleados en las calles. Mujeres y niños deambulando sin tener qué comer. El terrorismo radicalizado e incrementando su acción demencial. El Perú, en verdad parecía vivir una hecatombe, provocada por sus propios gobernantes. Alberto Fujimori, debería ser juzgado no solamente por corrupción, sino -como Pol Pot– también por el genocidio causado por su gobierno.
Producto de la situación, no había calle de Lima o el interior del país en que no hubiera mendicidad y comercio ambulatorio, improvisados taxis y combis importadas -de países donde ya las habían desechado. Los restaurantes callejeros, sin control de salubridad de ninguna clase, adornaban por doquiera las ciudades. Los propios barrios residenciales vieron transformar sus cocheras en tienditas, bazares o juguerías. La comida al paso, comida ‘chatarra’, se convirtió en el menú del día de la sociedad urbana. "Hay que ganarse la vida como sea", fue la expresión común de la época. No hubo sector social que no se involucrara en los negocios. En los sectores medios y medios altos, las mujeres vendiendo cosméticos, ropa, carteras. Los hombres autos, seguros, "taxiando".
La informalidad llegó a lo más recóndito, convirtiéndose en la actividad de moda. El propio gobierno alentó la informalidad como la forma más fácil de encontrarle una salida a la severa carencia de empleo y al deterioro galopante de los niveles de vida. Sin dejar de considerar que aupados tras un pragmatismo "informal" hicieron la mayor cantidad de sus inmoralidades.
Si esta situación se hubiera vivido en Europa, hubiera provocado quizás una revolución sangrienta. El mérito de los peruanos ha sido sacar fuerza de flaqueza y sobreponerse a la tragedia de ver quebrada su economía (bancos, industrias, agro, comercio) y a punto de colapsar su integración social.
Es importante resaltar que la informalidad en el Perú, resultó siendo en última instancia una síntesis de dos culturas, la andina y la criolla. De la andina tomó la disposición al trabajo y de la criolla la evasión a las reglas establecidas. Respecto a la solidaridad social y el individualismo, éstos han convivido utilitariamente en la mentalidad popular. Solidarios para afrontar la necesidad común, pero individualistas en la acción que reporta progreso y beneficio. Entonces sí se encuentra diferenciación en los sectores populares y no el desarrollo igualitario que utópicamente alguna vez se pensó. En los pueblos jóvenes, es fácil encontrar viviendas vecinas con ocupantes que han compartido todas las peripecias de la población, pero cuyos niveles de vida, ahora, son totalmente diferentes. Está en la convicción de la gente que, finalmente, el progreso "ya depende de cada uno".
Ha sido sobre la base de la mentalidad popular descrita, que desarrolló el neoliberalismo en el país, prendiendo con mucha fuerza en los sectores que -‘ideológicamente’- se suponía lo iban a rechazar. Si a ello agregamos la recuperación de la economía por el ingreso del dinero de la privatización de las empresas públicas, encontramos que existió una sensación de que el modelo funcionaba y podía relanzar a la Nación.
La gente aprendió a vivir al margen de las regulaciones sociales tradicionales y las del Estado también. Se aceptó como algo normal la ausencia del Estado, y más bien se agradecía cualquier ‘graciosa’ concesión que aquél hacía, sea como parte de la política social o la política económica. En este ambiente vivió el país hasta el recrudecimiento de la crisis económica en 1997.
Para este año se comenzó a vivir la retracción de las inversiones especulativas extranjeras. El dinero de las privatizaciones se reducía. La economía entraba en recesión. La fantasía del crecimiento sin intervención promotora se esfumaba rápidamente. La gente comenzó a darse cuenta que era necesario volver a la ‘coordinación’, a revivir las organizaciones sociales y hasta económicas. La poca institucionalidad intentó reconstruirse para presionar al Estado, tanto por aspectos económicos como políticos. Pero se encontró al frente a una tiranía desembozada: Represión, chantaje, espionaje, boicot. A pesar de todo la reconciliación colectiva del Perú se dio. Se reactivaron el movimiento estudiantil, el movimiento sindical, los partidos políticos salieron de su modorra, a nivel del sector agrario las protestas comenzaron a sentirse a través de nuevos tipos de organizaciones. Las organizaciones empresariales comenzaron a adoptar un perfil más distante y autónomo del gobierno. En los gobiernos locales el enfrentamiento con el gobierno central, defendiendo los fueros municipales, ya era muchas veces frontal.
Mención aparte merecen las iglesias evangélicas y Católica. Éstas han venido trabajando denodadamente en la ética y los valores de la gente. Hay un redescubrir de la espiritualidad humana, que contrasta radicalmente con el materialismo que la sociedad de consumo nos impone. Esa espiritualidad recuperada ha sido la esencia común en los individuos que desde la Sociedad Civil se enfrentaron a la corrupción de la tiranía.
El Perú se reencontró con su espíritu colectivo y con sus instituciones sociales naturales, haciendo de éstas el instrumento de lucha y defensa de sus intereses individuales y sociales.
Empezó entonces una lucha de largo aliento que continuaría con las grandes movilizaciones populares del año 2000, culminando en el quebrantamiento del régimen y la renuncia del tirano.
Todo proceso electoral desnuda los vicios y virtudes de la sociedad en que se lleva a cabo. El reciente proceso que ha llevado a la presidencia a Alejandro Toledo, demuestra los profundos abismos existentes aún en la sociedad peruana. Está supérstite el cuestionamiento a la clase dominante y el centralismo limeño, en la persona de los sectores económicos y políticos más pudientes. Los candidatos Santistevan, Olivera y Flores fueron perseguidos por esa imagen que -más allá de los pergaminos que exhibieron al inicio de la campaña- los llevó a ser excluidos del balotaje de la segunda vuelta.
El caso de Toledo y García es típico de las actuales tendencias de la sociedad peruana. Ambos representaron la imagen de lo popular. Toledo por su fisonomía y oferta netamente populista y García por pertenecer a un partido popular con un discurso enganchado a las exigencias ciudadanas más latentes.
Ambos, durante la campaña, hicieron uso de los medios masivos de comunicación, en especial de la televisión. La cual ha pasado a formar parte activa de la constitución de la opinión pública. Luego, estudiando el desenvolvimiento de los candidatos y las consecuencias posteriores de su acción, podemos perfilar las orientaciones político-sociales del electorado y la sociedad peruana.
Desde la televisión ambos candidatos apuntaron a los sectores sociales que le eran esquivos, García a los sectores medios y medios altos, en tanto que Toledo a los sectores populares.
La estrategia de Toledo estuvo centrada fundamentalmente en resaltar sus características étnicas. La estrategia de García consistió en subrayar su condición de estadista y concertador de voluntades.
Durante la campaña de la segunda vuelta, Toledo sin ningún empacho se dedicó a repetir las propuestas de García, lo que era observado por la opinión pública, aunque –sorprendentemente- sin causar el rechazo que éticamente se hubiera esperado. De igual manera, las denuncias sobre Zaraí y su adicción a las drogas, formuladas y sustentadas con aparente veracidad, tampoco hicieron considerable mella en su imagen. Se dijo entonces que Toledo disfrutaba del efecto "teflón". Es decir, la confianza de una parte del electorado estaba por encima del grado de acusaciones que se le hiciera. ¿Cuál fue su "química"? El color de su piel y las facciones andinas de su rostro. Sin mayor argumento que ‘los cholos contra los blancos’, la propia Eliane Karp convocó el respaldo de los pueblos andinos. Tal y como finalmente sucedió. En el Perú se vive peligrosamente los inicios de la xenofobia. Porque también alguna gente que votó por García, que en la primera vuelta no lo había hecho, lo hizo "contra el cholo".
Sin embargo, la estrategia de García estuvo orientada a lograr mayor racionalidad en su electorado. La convocatoria a la ‘concertación’, fue muy importante en un país que ha sido polarizado permanentemente. Mucho del drama peruano es el no haber podido formular hasta el momento los puntos de encuentro y conciliación nacional hacia el futuro.
Otro aspecto que es sintomático y debe resaltarse de la campaña electoral, es su desideologización. Fenómeno que es producto de la mentalidad imperante en la sociedad peruana: no importan las teorías sino las propuestas de acción concretas.
¿Qué otras lecciones quedaron de esta historia? ¿Cuál es el nuevo perfil del Perú luego del cataclismo político y social que significó el fujimontesinismo?
El Perú del 2001 es diferente socialmente al de los años 30 o 70. La población ahora vive mayormente en zonas urbanas (70% de la población nacional). Económicamente, nuestro país se ha terciarizado, es decir mayormente se dedica a labores de servicios, en desmedro de las actividades industriales y extractivas. Dentro de esas actividades de servicios, la predominancia está en el comercio o el servicio de mano de obra no calificada. Es decir, la significación de la clase obrera se ha reducido notoriamente. Ni qué hablar de los sectores agrarios, que ya disminuyeron hasta en el porcentaje de la población.
Hoy en día el Perú es un gran mercado de productos y servicios, realizados por trabajadores relativamente jóvenes con bajos niveles de calificación y consecuentemente de muy poca experiencia gremial. Es necesario recordar que ambos factores son esenciales para el desarrollo del movimiento obrero, aunque ello tampoco significa que lograrlo sea imposible.
El desplazamiento de la importancia del movimiento laboral, ha dado pie al surgimiento de nuevas tendencias y movimientos sociales no ligados necesariamente al mundo del trabajo. Uno de ellos es el de las mujeres, que durante la década pasada tuvieron un rol preponderante en la sobrevivencia social. Otro movimiento es el ciudadano, en nombre de las instituciones civiles, no gubernamentales, que se desarrollaron intensivamente ante la reducción del Estado. Ni qué decir del movimiento por la defensa de los derechos humanos, desarrollado al fragor de la guerra contra el terrorismo. Los movimientos regionales de carácter descentralista también ejercieron un rol determinante en la recuperación de la democracia. Este conjunto de nuevos (y algunos no tan nuevos) movimientos sociales, en diversas circunstancias, resultó ser más resuelto y combativo en la lucha contra la tiranía que el propio movimiento sindical.
Luego de este muy somero reconocimiento de la Sociedad Civil, debemos volver al tema de la mentalidad popular, que no necesariamente está ligada a movimientos de carácter masivo. Los peruanos ya han aprendido a vivir al margen del Estado. Lo que exigen de él, es que cree las condiciones que permitan crecimiento económico y progreso social. Desean un Estado promotor más que benefactor. A pesar del estado de anomia en que está inmersa la sociedad peruana, el pueblo peruano repudia la corrupción, porque tiene conciencia que es un factor que retrasa e impide el desarrollo. Por lo mismo que quiere un Estado promotor, prefiere que este Estado sea pequeño pero eficiente. En la relación del Estado con la sociedad civil, exige que se respete la autonomía de esta última. La lucha de las madres de los Pueblos Jóvenes en contra de la manipulación política de sus organizaciones por el gobierno dictatorial, fue el mejor ejemplo de ello.
El principio rector de la sociedad peruana, hoy en día, es el de la Reciprocidad, entendiéndola por el "hoy por ti mañana por mí". Toda inversión en tiempo o esfuerzo entregado, generalmente está en proporción directa con la posibilidad de retribución que se vaya a obtener. De ahí que la lucha política no sea tan idealista y sacrificada como en los tiempos aurorales del Partido, por ende la metodología de convocatoria y organización de la militancia política debe variar, ajustándose al "realismo" de la época actual.
3.2. Las exigencias del frente único de hoy.
En el Congreso ideológico de 1991 se suscitó todo un debate sobre si los componentes del sector informal (también llamado micro-empresarial) eran o no miembros del frente único. No faltó alguno de los ‘ideólogos’ que dijo: "Ya forman parte del subproletariado, porque son ambulantes. Por ahí los podemos ubicar". Siguiendo ese maniqueísmo simplón no seremos capaces de reconocer dónde está el frente único hoy ni cómo está conformado.
Hay quienes aprovechando el hecho de haber sido discípulos de Haya de la Torre se quieren atribuir la condición de herederos y guardianes de su ideología, por la cual no han hecho nada, sino -como en la parábola bíblica- enterrarla bajo tierra. Traficantes de herencias, los verdaderos herederos de Haya de la Torre deben DESARROLLAR las ideas de Haya de la Torre, y no sólo en la teoría sino para la acción transformadora de la sociedad, la política y el Estado.
En esta línea, retomemos al fundador del Aprismo y su concepto sobre el Apra y el frente único:
"El A.P.R.A. es el Partido Revolucionario Antimperialista Latinoamericano que organiza el Gran Frente Único de trabajadores manuales e intelectuales de América Latina, unión de los obreros, campesinos, indígenas, etcétera, con los estudiantes, intelectuales de vanguardia, maestros de escuela, etcétera, para defender la soberanía de nuestros países"
En "El Antimperialismo y el Apra" buena parte de la obra estuvo dedicada a fundamentar la necesidad de la organización del frente único como Partido. El imperialismo afecta a las clases medias, obreras y campesinas, por tanto al tener éstas algo en común deben enfrentarse conjuntamente a su enemigo principal. Dado que el soporte del Imperialismo es el poder político, hay que quitárselo y ello sólo se logra mediante un Partido Político, para eso surgió el Apra. Fue esta la sustentación de Haya de la Torre en su polémica con el Comunismo de los años 20 y 30.
El aspecto más polémico de ese entonces, frente a la ortodoxia marxista leninista, fue la incorporación de las Clases Medias en el frente único – Partido. Haya respondió contundentemente que "de esas clases medias salían también espíritus ilustres de sincera confesión antiimperialista, por lo que no podían ser relegados, ni el propio frente único carecer del empuje vitalizador de estos elementos". El tiempo como en tantas otras cosas le dio la razón a Víctor Raúl.
Hoy en día, hemos conocido, existen movimientos sociales contrarios al sistema de dominación social expresado en un modelo de desarrollo. Son los denominados "nuevos movimientos sociales", que se demuestran contestatarios y activos en la sociedad pero que por ser ‘nuevos’ no han logrado aún una expresión política concreta. La pregunta, entonces, es ¿pueden y deben incorporarse a un renovado concepto de frente único que encabece el Partido Arpista en el Perú?
Por supuesto que sí. En 1927 Haya revolucionariamente incorporó a las clases medias al frente único Antimperialista, en la perspectiva de la lucha y por la toma del poder político. Hoy en día, a la luz de las nuevas realidades, debemos incluir a los nuevos movimientos sociales en el renovado frente único que debe ser el Partido Aprista, el Partido del Pueblo.
¿Qué significa ello? No sólo considerar sus reivindicaciones en el programa político –en verdad, lo más sencillo-, sino también renovar la forma de hacer política, tanto interna como externamente.
El principal motivo de enfrentamiento que los nuevos movimientos sociales tienen con el actual sistema de dominación, es su carácter manipulador, impositivo, vertical y autoritario. De ahí su conducta ‘libérrima’. Para este tipo de movimientos, la disciplina estricta y la uniformidad forzada de criterios son expresiones de opresión, del mismo grado de la que cuestionan. La libertad de criterio, de disensión es la principal condición que exigen les sea respetada. Hacerlo parece simple, pero también muy complejo. Implica una alta tasa de tolerancia y libertad de opinión. Pero ante todo, una auto-exigencia para lograr los mayores niveles de eficiencia en la acción.
Al igual que Haya en el 27, también podemos decir que en muchos de estos nuevos movimientos sociales (de defensa de derechos humanos, sociales, sexuales, medioambientales, descentralistas y demás) se encuentra gente activa y vigorosa que contribuirá y enriquecerá la causa que finalmente a todos nos convoca, la justicia y la libertad.
Tendremos entonces que el Frente Único debería ampliar su composición ya no sólo de forma clasista, unión de obreros, campesinos y clases medias en función a las categorías del trabajo, sino también a los ámbitos de la acción sociocultural, incorporando a los movimientos ciudadanos (derechos humanos, defensa del consumidor, etc.), ambientalistas (ecologistas), de género (derechos de la mujer), descentralistas (regionales), étnicos y demás.
Así el Frente Único tendrá una nueva connotación en el siglo XXI, enarbolando reivindicaciones económicas, sociales, políticas y culturales. Es decir enfrentando la totalidad de espacios de dominación que el Imperialismo como expresión del capitalismo, en una nueva etapa, ejerce sobre la Sociedad.
En esta obra deberá recuperar su presencia el frente único de trabajadores manuales e intelectuales, que fue el soporte original del Partido. Ya no como apéndice de la organización interna, sino como organizaciones autónomas capaces de formular su propia agenda política de acción.
La relación que los organismos del renovado frente único deberán tener con el Partido, es de autonomía y colaboración mutua. La forma de participar en la organización partidaria deberá ser institucional. De manera que las organizaciones copartícipes del programa y el enfoque político del Aprismo puedan incorporares a la formulación de iniciativas y a la toma de decisiones del Partido.
Así, cualquier organización social de carácter progresista, que desee contribuir a la acción política partidaria a través de propuestas programáticas o incorporándose a las acciones operativas, podrá hacerlo. Ya sea como organismo asociado o miembro consultivo. Como asociado disfrutará de todas las prerrogativas de la organización militante, y como consultivo con la facultad de sugerir temas y participar en los debates de los asuntos de su interés específico.
El Partido, a su vez, respetará escrupulosamente la independencia interna de los organismos asociados y consultivos, exigiendo sí que se cumplan con las normas elementales de transparencia ética y política, que serán comunes para el resto del Partido.
La renovación del concepto de frente único, incorporando a los nuevos movimientos sociales contestatarios al sistema social dominante, más la readecuación de su participación orgánica en el Partido, traerá como consecuencia el acercamiento de un sin número de organismos y organizaciones sociales – en el más amplio sentido del concepto- con interés de contribuir a la acción política nacional, sin tener que alterar su marcha institucional ni desviarse de sus objetivos estratégicos